La colección que se presentó el jueves no tenía maestría de diseño y tampoco era visionaria. Era comercial y había muchos blogueros tomándose fotografías en la primera fila.
Pero la ropa era tierna, se podía usar y tenía un precio similar a la de Top Shop o Zara. Los vestidos en su sitio de internet, por ejemplo, iban de los 100 a los 200 dólares.
Quizá las modelos fueron lo más destacado del desfile, iban sonriendo, bailando y cantando. Su felicidad se sentía contagiosa y cuando terminó el desfile la mayoría del público también estaba sonriendo.
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